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martes, 26 de mayo de 2015

Para el que no lo sabe Maija tiene los ojos color esmeralda y es completamente desconocedora de sus efectos en los demás. Una inconsciente social, como a mí me gusta llamarla. No tiene la más mínima idea de que sus gestos, actos o palabras generan reacciones. Ni buenas, ni malas, ella no lo sabe.
Cuando nos conocimos yo pensé que me odiaba. Trabajábamos juntas, y ella casi ni me hablaba y jamás me sonreía. Después empezó a quererme y me quiso mucho. Todavía me quiere. Después entendí en silencio que no me odiaba, es que no le importaba. Nunca me sonrió ni una sola vez por educación o costumbre. Maija solo sonríe con todo su cuerpo, el de adentro y el de afuera, con ella entera.
Hoy cuando nos despedimos en la parada del colectivo, me abrazó fuerte, (nunca me abrazó por educación o costumbre, Maija solo abraza con todo su cuerpo, el de adentro y el de afuera, con ella entera) y yo podía sentir su corazón latiendo en mi pecho. Nos abrazamos así por largos segundos, escuchando nuestros corazones mutuamente. Yo aprendí a abrazar. Con estos amigos lituanos que abrazan con todo su cuerpo, y los brasileros que cierran los ojos en un silencio extenso de profunda paz, con el tiempo nos convertimos en abrazadores profesionales.
Después del abrazo Maija me dijo cosas lindas, entre ellas un cliché "te quiero" pero tenía en la cara una sonrisa desinflada de desilusión, y dijo "aunque eso no expresa ni la mitad de lo que quiero decir". Y cómo explicarle que entiendo perfecta y completamente lo que quiso decir. Pensé en su corazón latiendo, en esa forma de apretarnos la cintura con los dos brazos para estar físicamente-imposiblemente más cerca, en el sol bajando naranja cada vez más rojo, y en el momento en que ella cerró los ojos y yo dejé de hablar y aunque estaba diciendo algo importante, no había nada tan importante como quedarse callado en ese silencio enorme tibio por el sol.
El campo se extendía en horizontes floreados, parecía otro mundo. Habíamos caminado solo 10 minutos desde la zona 3 de Londres (aunque seguíamos en zona 3 pero no puedo asegurar que siguiéramos en Londres). El agua del canal se movía despacio, y reflejaba destellos líquidos de sol dorado. Maija me contó historias de vacas en Letonia, y viajes por la ruta en España, y acariciamos a los caballos, y nos sentamos en el pasto a tomar brahmas tibias y soñar despiertas con nuestro viaje en moto por California. Y todo se veía maravilloso en nuestras visiones de la ruta. Aunque lloviera y tuviéramos que pasar la noche desviadas del mapa y con extraños. Si solo hubiera tenido mi cámara conmigo. Hubiera capturado el sol cayendo a nuestros pies, somos los dueños del tiempo, el pasado no puede alcanzarnos, cuando se haga de noche, en vez de dormir, observaremos las estrellas.

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