Ya estábamos llegando tarde al asado pero todavía teníamos que cargar nafta y comprar cervezas. No había combustible en ningún lado y dimos vueltas y vueltas por el barrio, esquivando colas de autos en las salidas de las estaciones de servicio. Finalmente conseguimos cargar en Monroe. Facu aseguró que cuando lleguemos iba a estar todo listo. Sabía el entusiasmo que tenía Guido de preparar el asado para los tres, así que mientras se quejaba de que estaba muriendo de habmbre igual sonreía y pensaba en su amigo que seguramente lo iba a recibir con la carne a punto.
Fuimos a un kiosko a comprar cervezas y Facu le contó a la kioskera que vengo de Londres, que estoy de vacaciones y que íbamos a comer un asaddo.
"Lo que yo digo, todos vuelven a Saavedra" dijo la kioskera.
Lo empujé despacito a Facu por lo innecesario de tanto detalle y fuimos a lo de Guido estrenando la única Quilmes que habíamos comprado.
Facu tocó 3 largas veces la bozina, y Guido se asomó por la ventana del primer piso.
Se estaba riendo y saludaba y Facu le dijo que habíamos llegado tarde porque había sido un quilombo cargar nafta. Mientras tanto intentaba estacionar y Guido le gritaba desde arriba burlándose de lo mal que maniobraba.
Justo antes de dejar el auto Facu notó que no le quedaban cigarrillos así que decidió ir a comprar antes de subir a la casa.
"Traeme unos lucky con limón!" le pidió Guido desde la ventana. Facundo se burló de su pedido pero se subió al auto y volvimos al kiosko,
Cuando Guido nos abrió la puerta, nos sumergimos en un olor a asado hermoso. El balcón con vista a las medianeras vecinas, la parrilla negra clásica, y toda la carne desplegada, casi lista.
Era una noche hermosa de fin de verano. En realidad de Otoño que no quiere llegar. Podía ver la Luna y algunas poquitas estrellas desde el balcón y pensé en mis visiones nostálgicas en Londres, mientras pensaba en Bs As. Este balcón, esta noche, este olor a asado...
Guido estaba orgulloso y contento por recibirnos. Olía a humo. Un olor tan de Domingo, tan familiar, tanto olor a casa. Que placer enorme el de tener un amigo que te prepara un asado. Es como un código de amor o algo parecido. Recién hoy pude notar eso. Pero él olía a humo y yo solo quería abrazarlo. Por eso y por todo.
Facu lo miraba con ojos de viejo. Tranquilo, fumando, tomando su Whisky con hielo, riendo de las payasadas de su amigo, como si fuera un ser tan lejano y joven y hermoso que solo puede observar desde lejos, desde lo alto, como un guardián. Le brillaban sus ojos casi negros y mienras Guido bailaba una canción detrás de la otra, Facu seguía sentado, sin apoyar del todo el vaso sobre la mesa, con el cuerpo relajado sobre la silla de madera, sin aburrirse del todo y sin estar ahí del todo. Pero se reía tanto, y sonreía también en silencio a veces, y Guido bailaba y se acercaba y lo tocaba, y Facu con su vaso de Whisky solo alejaba un poco su cara y se reía.
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