A la salida del aeropuerto ya se vive la euforia por el concierto de Slash en la ciudad.
Remeras tendidas bajo el sol en las plazoletas de la autopista.
Empiezan a comprar merchandising recien bajados del avión.
Mi portugués es molestamente precario.
Pero lo intento.
Tengo muy poco sentido común para los idiomas desconocidos.
El estadio debe estar cerca del aeropuerto porque hay cientos de chicos sentados en la vereda haciendo cola a la sombra de una reja kilométrica.
Llevan bandanas en el pelo, remeras de bandas y toman cerveza en lata.
Me recuerda a mi adolescencia, esos tiempos en los que esperaba por horas afuera de un estadio para ver mis grupos favoritos.
Pensé que ya no pasaba esto de la interminable espera, pero se vé que no pasa en Londres.
Las sogas cuelgan ahora de los arboles, mas remeras de slash tendidas con la inscripción de la fecha en letras blancas.
Debo prestar atención a las calles que atravieso con el ómnibus y guiarme con el mapa.
Esta vida de turista me descoloca y me encanta.
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