Recent Posts

jueves, 7 de agosto de 2014

Glastonbury Day I

Cuando llegué al Glasto y vi las primeras carpas que se levantaban sobre el predio y las banderas que ya copaban el paisaje, me sentí abrumada, dolida, incómoda, diminuta, triste. Nada estaba en su lugar. Ni había estado antes. El recuerdo de los 5 días en extremo dolorosos que pasamos el año pasado, ya un año de eso, ya un círculo completo, cómo olvidarlo.
No puedo negar los recuerdos hermosos como tampoco la dificultad de esos días, que siendo sincera, fueron muy duros. Pisar ese suelo otra vez me recordó todo lo que un año cambió fugazmente, dajando las vidas que teníamos muy atrás en nuestra historia.
Ir al Glastonbury fue nuestro móvil primero para uno de los grandes pasos de nuestras vidas, y ahora, 12 meses después, todo es tan diferente.
Mientras Arturs armaba la carpa y los demás chicos también se acomodaban con vista a la pirámide, me tomé un segundo para respirar hondo y dejarme llorar.
Y pensé "no quiero estar acá, en el peor lugar que eligieron los amigos de Arturs para acampar, sé que en 2 días esto va a estar cubierto de latas de birra y mugre y los idiotas borrachos se nos van a caer encima mientras estemos durmiendo. No quiero estar acá, mientras Nico está durmiendo solo, repitiendo las buenas elecciones que tomamos el año pasado, de acampar lejos de la muchedumbre y en uno de los sectores más lindos y tranquilos del predio. No quiero que Nico esté solo. Esto era nuestro y lo destruímos. Pero, ahora, no quiero estar acá."
Me di vuelta y lo vi a Arturs preparando todo. Realmente quería volver y decirle, perdón, pero no me quedo. Disfrutá con tus amigos el festival.
No lo hice. Le escribí a Nico un mensaje y quedamos en vernos en un rato para desayunar.
Eran casi las 10 de la mañana, habíamos manejado toda la noche de Londres a Bristol, y de Bristol a Worthy Farm.
En las últimas semanas Nico y yo encontramos una conección que habíamos perdido. Alrededor de ciertos proyectos creativos renació la comunicación que solíamos tener y nos vimos de vuelta pensando las mismas ideas y viendo las mismas imágenes y siendo los mismos soñadores. Unos meses atrás parecía lógico que no compartiéramos el festival otra vez, pero ahora, la situación se volvió a dar vuelta, y lo ridículo sería que no pudiéramos compartirlo.
La impotencia que sentía me volvió fría con Arturs y sus amigos, que no tenían la más mínima idea de lo que todo esto significaba para mí. Con las ganas de llorar en la garganta, traté de ayudarlo con los últimos preparativos de nuestro camping.
Durante todo el camino desde el auto a la puerta de entrada, Arturs estuvo arrastrando un palo verde, como un bastón largo de hierro. Le pregunté varias veces para qué lo necesitábamos y él decía que era para la carpa, aunque yo no le creí porque nuestra carpa era de esas que solo tenés que abrirla (como los rebotes de fotografía) y amarrarla al suelo. Supuse cual era el verdadero uso pero no dije nada.
Cuando terminamos de acampar sacó de su bolso una enorme bandera rosada con una Mariposa de alas color lila pintada en el centro y la anudó al mástil de hierro. Me puse a llorar. Yo quería irme. Yo quería dejarlo e irme con Nico, o sola, pero no estar ahí ni con él ni con sus amigos. El gesto hermoso de Arturs me hizo sentir egoísta y querida al mismo tiempo. Traté de relajarme un poco y olvidar lo que sea que haya vivido antes. No podía dejar que nuevamente el festival sea una experiencia dolorosa y complicada. Basta de buscar el problema, me dije. Le agradecí a Arturs y le expliqué que no quería dejarlo a Nico solo, y que me iba a encontrar con él un rato.
Fue la primera de varias veces que nos separamos durante el festival.
Nos encontramos con Nico y hablamos, lloramos, nos abrazamos, y sin decir nada, prometimos disfrutarlo esta vez. Caminamos como si fuera nuestro barrio. La mayoría de las cosas que vimos el año pasado estaban ahí. Buscamos un puesto de comida para desayunar. Ya casi era el mediodía, así que compramos
café con leche y unas tortillas muy tentadoras en un puestito de comida francesa.
Mientras recorríamos los stands del Glasto nos encontramos con un puestito de libros. A simple vista, cosas maravillosas. El primer hallazgo fue un libro de pinturas de Kim Gordon "Performing/Guzzling", y después de varias cositas lindas y tentadoras, "A Blue Hand. The Beats in India" de Deborah Baker.
Ni bien vi la portada del libro (Una foto de Allen Ginsberg en un balcón, en blanco y negro, vestido con varias túnicas superpuestas, acercando su mano a un mono que pasaba por ahí) lo agarré con fuerza y me lo llevé a la carpa. Una mano azul. Azul como mi color. Azul como la piedrita en la mano que me protege del mal de ojo. Azul como el lapilázuli en el centro del brazalete que me trajo mi hermano de Perú. Azul como la estrella de Robert y Patti.
No pude evitar sonreír al ver la foto, como no puedo evitar sonreír cada vez que pienso en Allen.
Con esa belleza tranquila (lo pienso) lo escribo y se me pone la piel de gallina.
A las pocas primeras palabras de lectura, me encuentro con la descripción de Deborah Baker
"In the tiny lavatory mirror, behind the heavy black frames of his spectacles, his eyes held a gaze of curiosity, magnified by the power of his lenses. The was his nimbus of thinning hair. There was the heavy woolen sweater over a lumberjack shirt. The was the familiar and worn expression of loneliness".
Entonces luego de esas primeras palabras de amor, sentí confianza en Deborah Parker, supe que ella me llevaría en un viaje hermoso por la India.
A pocas horas dehaber llegado al festival, ya estaban pasando cosas hremosas.


Glastonbury es uno de los lugares más lindos del mundo. Al menos de la parte del mundo que tuve el placer de conocer.
Con sus puestos coloridos y sus tachos de basura para reciclaje. Con los banderines que adornan las nubes y los carteles de información pintados en madera blanca. El aire con olor a granja y hectáreas de pasto y tierra. Con sol, con lluvia o con el cielo gris, siempre es hermoso, siempre es igual a esos videos que vimos una y otra vez, soñando con algún día poder levantar los brazos en el aire y sentir la desnudez en el alma de un Woodstock imaginario y moderno.
Esa tierra es sagrada, dicen. Y durante la inauguración del festival, cientos de personas se reúnen en la parte más alta a recitar un poema a la naturaleza y prometer cuidar la granja para que este festival no se acabe nunca. Los organizadores, vestidos de rojo, hacen una ceremonia que concluye en un show de fuegos artificiales y un pájaro gigante de madera prendido fuego. Menos de la mitad de la gente está ahí viendo lo que pasa, pero ellos lo viven como una revolución. Cantan todos juntos, sonriendo y desafinando, y mientras algunos malabaristas demuestran sus artilugios sobre el pasto, ellos despliegan una pancarta que enuncia ALL YOU NEED IS LOVE. Y yo pienso, tal vez no ahora, tal vez no todavía, pero cada vez más gente se va a dar cuenta de lo que pasa acá. Algunos ya están, solo por el amor.
Mientras trancurria la ceremonia de apertura yo observé a la gente y tomé algunas fotos. Me sorprendió el compromiso de algunos, levantando la palma de su mano, al Sur, al Norte, al Este y al Oeste mientras prometían cuidar y amar la tierra por los 5 días que durara esta fiesta. Familias enteras, niños sobre los hombros. Flores en su pelo.





0 comentarios:

Publicar un comentario