Pasaron solo 5 días pero parecen semanas. Los primeros momentos en Marbella fueron fugaces e intensos con una mezcla de buenas y malas noticias que nos genera turbulencia. Hubo llantos y festejos. Ráfagas de esperanza y lapsos de desesperación. El sol aporta algo positivo, al menos su calidez es gratuita y en estos momentos en que no podemos pagar placeres, se agradece su accesible calor.
Me pregunto repetidamente cuál fue el punto de inflexión? Qué gran miedo o tristeza ha sabido barrer esa fuerza energética que lo atraía todo? Todo lo deseado, toda la luz, toda la poesía?
Pero no importa ahora entenderlo (aunque entender sea lo único que de paz)
Lo que importa es que queda aún ese amor infinito que desafía a los miedos invisibles y se mantiene en guardia aún sin conocer ni poder medir a sus enemigos. No dudo de él ni él duda de mí. Así la culpa, la tristeza y la negatividad no son dignos rivales sino sino obstáculos que incomodan pero jamás podrán frenarnos.
Anhelo un nuevo punto de inflexión.
Esta mañana me desperté recordando la primera vez que me acarició el pelo, hablando pavadas y pensando en un beso. El es esa misma persona que un año atrás no conocía y que rápidamente se convirtió en mi única obsesión. Pensando en ese día abrí los ojos y miré al techo. El dormía. Eran las 6 de la mañana. Lo abracé intentando no despertarlo. El calor nos interrumpe el sueño varias veces cada noche. Se dio vuelta hacia mí, abrió los ojos por un segundo y sin decir nada, con la mano me llamó a que acostara mi cabeza en su pecho. Me dio un beso en la frente y siguió durmiendo.
El aeropuerto de Málaga como siempre, una muerte de aburrimiento y con una conexión a internet obsoleta.
Quise enojarme pero no pude. Quise gritarle a la mina de información que ya era hora de que arreglaran la conexión, que cada año es la misma historia... pero no pude.
Me dije: "NO, A OTRO TEMA"
Compré un ejemplar de "Hunger Games" y me senté detrás de todo el barullo, directamente contra la ventana avistando la salida de aviones. Leí por un par de horas mientras crecían mis náuseas. Al menos la historia de Katniss mantenía mi mente ocupada y desviada de mi malestar. Creí que mejoraría, pero las náuseas solo empeoraron dentro del avión, y aún más fuertes mientras caminaba hacia Noorderstraat. Terminé por vomitar en la vereda, 2 cuadras antes de llegar a mi puerta, tras inútiles sorbos de limonada que intentaban inhibir el reflejo. Habrán pensado que era una mujer borracha volviendo de alguna fiesta en bote por los canales de Amsterdam con muchos mareos y alcohol. Pero no, solo estoy embarazada.
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