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miércoles, 18 de marzo de 2015

Ayer hablé con Abril sobre las fotos para su disco. Hace unos meses quedamos en que me esperaba que llegara a Buenos Aires para poder sacarlas yo. Me dijo que no quiere ni que su padre fotógrafo las saque, me quiere a mí. Si realmente existe eso de las musas, Abril es la mía. Cada vez que le saco una foto resurge inalterado mi amor por la fotografía.
Tiramos ideas y en menos de 5 minutos nos dimos cuenta que estábamos en la misma sintonía.
Road Movie, noventas, Winona Ryder, Cortney Love, Bufalo 66, Petra Collins, polaroid y fílmico.
Hoy nos espera un día de viajes por la ciudad en búsqueda los escenarios ideales para nuestras escenas imaginarias.

Ayer me encontré con Luciano y su perro Dylan. Fuimos a la heladeria "Lucca" que está en frente de la estación Coghlan. Me tomé un cuarto de helado de Chocotorta, banana split y pomelo. Hacía años que no probaba un helado tan bueno. Nos sentamos en la plaza y hablamos toda la tarde mientras Dylan jugaba con otros perros y a veces venía y me chupaba las piernas.
Hacía un calor que nos derretía pero yo me tomé varios segundos en el día para apreciar esa particularidad del verano en Buenos Aires que no se repite en el resto del mundo. El olor en la plaza ese día con ese calor no es lo mismo ni en otro espacio ni en otro tiempo.
Le mostré mi nueva Polaroid Land a Luciano, y me gustó verlo mientras la observaba. "Un lindo chiche" me dijo y después me sacó una foto pero salió oscura y movida. "Esa foto va a salir mucha plata en algunos años" me dijo burlándose del mundo del arte.
Después caminamos por el barrio para que yo "conociera Coghlan" según sus palabras. Me mostró los murales de las paredes del Hospital Pirovano y las avenidas con árboles tan grandes que sus cúpulas se entrelazan en la punta, tanto tanto más alto que nuestras cabezas, que noté que en Londres nada está tan arriba nuestro mientras caminamos la ciudad. Antes ya había caminado desde Cabildo a la estación y había estado sacando fotos de la hermosa arquitectura de Belgrano y las casas cubiertas de plantas verdes y tupidas. Buenos Aires al lado de Londres parece una selva.
Caminar tanto y con tanto calor me dio sed, así que buscamos un lugar donde sentarnos a tomar una Quilmes. (Fue una Quilmes porque en la parrilla esa tenían solo Stella y Quilmes y la Stella no me gusta). Dylan se sentó en la vereda al pie de la mesa y miraba la gente pasar. Discutimos sobre el efecto en la gente de la estabilidad política y económica de las distintas ciudades y el día se nos hizo noche muy rápidamente. Yo tenía que encontrarme con Coty pero cuando pregunté la hora ya eran varias horas más tarde de lo que habíamos acordado.
Me fui a casa a las 9 y media para tratar de comunicarme con Cele a ver dónde nos íbamos a encontrar.
Los días acá son tan largos. Puedo estar todo el día afuera haciendo cosas y cuando vuelvo a casa a la noche todavía hay tiempo para organizar otra salida y disfrutar largas horas más.
Cuando llegué a casa leí un mensaje de Patrick que me contaba sobre lo triste que se la ve a Kim Gordon cuando habla sobre Sonic Youth y que el olor a tierra le recuerda a su infancia. También me dijo que el poema que escribí al leer "Road Movies" le hace sonreír. Sin darse cuenta mantiene a ese otro mundo tangible. Para mí se encuentra tan lejos que pierde credibilidad, pero con esos simples mensajes de belleza, recuerdo que Patrick es tan real como este calor, o las picaduras que ahora cubren mis piernas o el mate que estoy tomando todas las mañanas.
Verla a Cele fue hermoso (y no tengo muchas palabras más que le hagan justicia).
Estaba sentada en la barra de Antares tomando cerveza negra y me saludó como si nos hubiéramos visto la semana pasada. A veces mirarla y escucharla hablar me duele un poco en el estómago, pienso si no quiero vivir esto el resto de mi vida y si vale todas las aventuras que me tocan vivir en Europa, si vale perderme las historias de mi amiga día a día.
Le regalé unos libritos antiguos de TS Eliot y Jane Austen. Los miraba como objetos preciosos y me dijo que amaba a Jane Austen y que estas cosas la hacían felíz. Le fascinaron las marcas en el libro de TS Eliot, y me dijo "es hermoso ver marcas en otros idiomas, siempre veo libros marcados en castellano pero nunca en inglés". Me dieron ganas de rescatar cada libro que encuentre para ella, para que los toque y los mire así cada vez que quiera. También me dio un regalo. "Un libro que me va a cambiar la vida, y que le cambió la vida casi tanto como leer a Dostoyevski." "El Pasado" de Alan Pauls. Justo ayer estaba hablando con el librero del Crack Up sobre el ciclo libro marcado. Extraño a Alan Pauls... Un día de estos me voy a quedar mirando I Sat en el sillón de mi casa en Saavedra.
Cele estaba como siempre, y me dijo que me veía a mí nada cambiada, pero me pedía que le cuente historias y ella me contaba las suyas. Lari también estaba ahí, trabajando. Con los ojos pintados de verde y la piel llena de purpurina por el día de San Patricios. La abracé con fuerza y estaba toda transpirada del calor que hacía dentro del bar y ella iba y venía sirviendo a las mesas, y yo la volví a abrazar. Me tocó las piernas y las sintió ásperas "alguien no se depiló..." acercó su cara a la mía y me dijo con los ojos grandes "yo tampoco". "Ay estás tan linda" me dijo antes de retirarse a seguir trabajando.
Es así para todo el mundo o es sólo acá? Estoy en casa (que expresión más yanqui) cuando hablar es tan simple y tan interesante y tan apasionante escucharlas decir cosas comunes de su vida tan extraña tan especial.
Cele se quería acostar relativamente temprano porque trabajaba al día siguiente así que la acompañé a su casa. Nos sentamos en las escaleras de la entrada de su edificio (como tantos otros veranos) y charlamos un ratito más.
Después me tomé un taxi a casa.


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